AUDIOGUÍA

Quero: entre el agua y la sal

Ana y su hermano Antiloquio, contemplando Quero al atardecer, charlan sobre cómo ha cambiado la vida y el  pueblo. Se proponen contar cada uno sus historias y recuerdos antes de que anochezca…

 

RUTA A “Quero, sorbos de pozos y aromas de sal”

Ana le relata a su hermano Antiloquio, los secretos del pueblo de Quero mientras pasean por sus calles, donde ambos se criaron…
También puedes seguir la ruta y la audioguía a través de Wikiloc.

RUTA B “Tierras de Quero, la fértil llanura de la Mancha Húmeda”

Antiloquio y Ana recorren los parajes del municipio de Quero, recordando Antiloquio las historias y vidas que allí se produjeron…
También puedes seguir la ruta y la audioguía a través de Wikiloc.

GUIÓN RUTA A “Quero, sorbos de pozos y aromas de sal”

Parada 1. Quero, agua y sal. Una conversación para dos paseos alrededor de Quero

ANA: ¿Por qué me da tanto por recordar últimamente, hermano?

ANTILOQUIO:  Porque eso es lo que somos. Parece que ya somos sólo recuerdos.

ANA: Me acuerdo de aquellos viejos de entonces… de sus historias, sus rostros y, al dormir, aún de sus voces.

ANTILOQUIO: ¡Ay, si alguno se levantara y pudiera hablar hoy!

ANA: Y además cuando subo a este balcón, a los pies del molino de viento, y veo el pueblo… lo veo tan cambiado…

ANTILOQUIO:  Bueno mujer, ¿y qué vamos hacer si así es la vida y así nos ha tocado?

ANA: Pues contarlo.

ANTILOQUIO:  ¿Cómo que… contarlo?

ANA: Pues porque la juventud debería conocer cómo era la vida de antes.

ANTILOQUIO:  Eso es cierto, entonces muchas cosas aún podrían cambiar.

ANA: Mira, si quieres Antiloquio, yo te cuento historietas de sus calles de tierra, del blanco y el azulete de sus fachadas, de sus frescas aguas, de sus abundantes pozos… (pausa) y de su laguna y sus aromas de sal.

ANTILOQUIO: Prestaré para ello mi entera oreja …

ANA:Pero también quiero que tú después me cuentes tus recuerdos de mozo por aquellos caminos y veredas que te llevaban hasta los humedales del Gigüela y el Masegar. (Pausa) También de la Laguna del Taray…

ANTILOQUIO:  Entonces seré todo boca… Y  te contaré, subidos a una barca, los secretos de sus aguas y sus cacerías, de sus ingeniosas cespederas. Y también historias de pastos, cultivos y ganados.

Parada 2. Memoria litúrgica grabada en piedra. El cancel visigodo de Quero

ANA: Mira, antes que nada Antiloquio, tengo que decirte que no soy capaz de olvidarme de aquella mañana de 1983 cuando mi primo entró en el corral dando aquellas nerviosas voces. Lo que al principio parecía un feroz susto, se convirtió en una de las alegrías de mi vida. 

Venía diciendo que mientras labraba en el paraje de Los Molinos, cercano a la Ermita de las Nieves, había aparecido una piedra enorme, rectangular y tallada con círculos, triángulos, hojas y racimos.  ¿Qué era aquello que describían sus nerviosas palabras? 

Pasó tiempo hasta que de la mano del Ayuntamiento y expertos que aquí vinieron nos dijeran que aquella placa de granito se llamaba Cancel y que era de época visigoda, de hace más de mil trescientos años. 

Yo, en aquellos tiempos y con tal descripción, me quedé igual. Sin saber nada. 

Pero desde entonces, quise comprender el pasado y la historia de nuestro pueblo, de Quero. Y aprendí que aquella piedra llamada Cancel era usada, junto a otras placas similares, para separar en aquellos viejas iglesias el espacio entre el sagrado altar del resto del templo. Una especie de muro que separaba en aquellos ritos religiosos, como antiguas misas, a los sacerdotes y los feligreses. 

También comprendí que en el entorno que hoy ocupa la Ermita de la Virgen de las Nieves, había aparecido restos prehistóricos de la Edad del Bronce y el Hierro, que siglos después cruzó una una importante calzada romana y que se convirtió en paso de la Cañada Real trashumante que baja desde Soria.  

Sobre esa piedra empapada de magia y misterio. ¿Cuántas generaciones no posaron su mirada? ¿Cuántas voces no invocarían en ella un futuro de salud y alegría? ¿Cuántas esperanzas no se grabarían en su piel de piedra fría?  

Y, como en mi caso, ¿cuánta imaginación y curiosidad no habrá entregado?

Pues hoy podemos comprender que Quero y sus gentes llevan en sus entrañas los saberes de aquellas generaciones.

Parada 3. Recuerdos del agua duz. Los pozos de Quero, oficios y aprovechamientos

ANA: Pero si es necesario comprender el pasado, aún más urgente es comprender el presente. Y si algo que nos urge hoy en día, ese tema es el agua. Y qué decir aquí en Quero, si es Quero tierra de agua y pozos. 

Y cierto es que aunque la mayoría de estos eran de agua buena, era el Pozo Duz el que abastecía al pueblo. Y además el punto de encuentro de sus gentes, especialmente mujeres y aguadores. ¿Te acuerdas?

Yo recuerdo a aquellos aguadores, a Rito, al Jaro el del agua…  Llenaban sus carretas con nueve o doce cántaros y los llevaban a aquellas casas que, precisamente, al no contar con pozos tenían que llenar tinajas… 

Porque, aunque la mayoría de casas contaban con pozos, había otras que no. Y claro, había que lavar, cocinar y todas aquellas faenas que por entonces hacíamos las mujeres. 

A este pozo lo cruza la vereda que baja de la Ermita de las Nieves y aquí paraban los ganados trashumantes para beber la dulzura de sus aguas. Y es que Pozo Duz lo dice todo. Agua dulce, más valiosa que el oro entre tanta salobre. 

¿Parece aquello ya lejano, verdad, Antiloquio? (PAUSA) 

(Suspiro) Hoy ya no se juntan algarabías a su alrededor, ni quedará vivo ningún aguador de aquellos, ni tampoco paran ya ganados… 

Los pozos de las casas poco a poco se fueron cegando y los borbotones de nuestras frescas aguas perdiendo…

¿Quién recuerda ya aquel cantar de “¿Qué quieres que te traiga que voy a Quero? Una jarrita de agua del pozo nuevo”?

Parada 4. Una cruz en medio del llano. La importancia de las órdenes militares en Quero

ANA: Y, como antes te decía, ¿no crees Antiloquio que es el realmente el comprender el pasado lo único que nos puede hacer entender  el mundo en el que existimos y aventurar lo venidero? 

Como te he dicho desde que apareció aquel Cancel Visigodo no he podido dejar de leer e investigar sobre la historia de nuestro pueblo. Lo que para mí era un pueblo que tenía sólo sentido desde la época de mis abuelos hasta la de mis nietos, como otro cualquiera, se convirtió en un interminable libro lleno de historias, personajes y anécdotas que colman cada retazo de nuestro paisaje. 

Y entre sus páginas, me viene la imagen de nuestra iglesia de la Asunción y como la conquista cristiana jugó un papel crucial, no sólo en Quero, sino en toda La Mancha. Cuentan los viejos manuscritos que era esta tierra llana, fronteriza y deshabitada. Fue por ello, que mientras avanzaba la conquista cristiana, se iban repoblando y creando villas en estos campos. 

La Orden de San Juan había repoblado la comarca tras la victoria castellana en las Navas  de Tolosa (1212) que supuso el fin definitivo del poderío político musulmán al norte de Despeñaperros. Quero había entrado, junto a Criptana o al desaparecido poblado de Tirez , a formar parte de  la Orden ya en 1162. De 1241 es su Carta Puebla en la que constan 90 vecinos. Y Pedro I le concede el título de villa en 1359. Quero trasciende esta época y su memoria se pierde en el pasado más remoto.

Y, fíjate si quedó  es que fue esta Orden la principal protagonista de nuestro pueblo a la cual quedó ligado hasta el siglo XIX. Formaba parte del Priorato de San Juan cuya sede se encontraba en Consuegra. 

Y fueron las mujeres las que escribieron una de las grandes anécdotas de nuestro pueblo. En 1787, un numeroso grupo de mujeres asaltaron la iglesia parroquial. Y todo comenzó porque un vecino intentó colocar la lápida de José López Fuensalida dentro de la iglesia. Y claro si se le permitía a él, a cuántos otros no también. Querían que hubiera igualdad a la hora de enterrar. ¡Quién diría que antes que se hiciera la Revolución Francesa, tuvo Quero su revolución!

Por cierto, la lápida acabó echa trizas en la laguna de la sal. (risas) ¡Qué digan que no es curiosa la historia!

Parada 5. La plaza, encuentro de su historia. Un repaso histórico a Quero

ANA: “Señores vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno.”

Esa frase dijo el caballero andante poco antes de dejar este mundo, al menos de la pluma de Cervantes. Atrás quedaron sus locas aventuras deshaciendo cientos de entuertos. Y aquí en la plaza de Quero, corazón del pueblo, quedó inmortalizado y hoy podemos seguir sus pasos caminando por su ruta Cervantina.

Fueron aquellos tiempos en Quero de hidalgos y de conversos. De pastores y arrieros; de aguadores y campesinos… Y hasta hace cuatro días se escuchaban el traquetear de los carros y las herraduras de las mulas, el corretear jugando de los muchachos entre gallinas y guarros, o las mujeres enlutadas y los hombres de pana bajo las sombras de un árbol esperando el tocar de las campanas…

(SONIDO DE CAMPANA) Y, mira, las campana del ayuntamiento… esa aún ahí sigue. Aunque el ayuntamiento se reformará en los años 70, se conservó su vieja torre metálica con su sonora campana. Las mismas campanadas que, contundentes y rotundas, marcan nuestras vidas, nuestros quehaceres, nuestros sueños y el aviso para el dormir eterno.

Pero bueno, dejando tonterías a un lado, aquí en la plaza además de su sus calles, su memoria y su literatura, confluyen la historia del agua. Porque aquí se encontraba la conocida Fuente de la Villa que recibía sus aguas del Pozo Duz. Pero si importante fue traer el agua del Pozo Duz, más importante fue cuando se trajo la canalización a las casas en el año 60. 

¡Como olvidar aquel año! Si cambió todo y siempre quedará la estrofa para recordarlo: (BREVE PAUSA):“El año 60 siempre en memoria se tendrá, porque las aguas potables por el pueblo corrían ya”.

Aquello fue el final de un tiempo. Pues con ella se iban los pozos y también los aguadores. El Pozo Duz, la Fuente de la Villa, el Pozo de la Pila, los pozos de las eras… todos aquellos lugares de bendición y encuentro se fueron olvidando. 

Y es que el pasar por la plaza es un sinfín de historias  que guarda la memoria. La nuestra pero también la de aquel viejo pueblo de cuyo lugar hoy quero acordarme.

Parada 6. La flor blanca de La Mancha. La Laguna Grande de Quero

ANA: ¿Te acuerdas Antiloquio de aquellos atardeceres de verano cuando bajábamos desde la plaza hasta la laguna? 

Yo tengo una cristalina imagen en memoria de bajar con mi vecina para ver como su padre hacía la sal. Pues era tras la chicharra del día y en las noches de luna llena cuando precisamente se hacía. Ay, la sal de Quero, cuántas historias ¡y cuánta Historia! no habrá dejado…

Desde aquí veíamos aquella mancha de agua, como una sábana blanca recién lavada que entonces nos parecía un mar. Sobre sus aguas, decenas de gentes, familias trabajadoras de la sal.

Y mi vecina lo buscaba y lo buscaba con la mirada y cuando lo veía, me decía ¡Ahí está!, y lo llamaba. Y en aquella penumbra que dejaba el atardecer, él la saludaba. 

Porque si tuviéramos que explicar nuestro pueblo, Quero no puede comprenderse sin su laguna y su sal. Sus calles y sus gentes desembocan en su vaso blanco y brillante. También un tropel de arroyos como el de Santa Ana o el que baja de Las Fuentes. Su nombre se ha grabado en documentos históricos desde hace siglos. Y quién sabe si no fue este el motivo de aquí asentarse…

Y aunque, hoy,  la extracción de aquella sal ha desaparecido, a veces, cuando bajo al atardecer a la laguna y veo los grupos de flamencos sobre ella, me viene la voz de mi vecina llamando a su padre y me da por imaginar que son la silueta de aquellas familias que trabajaron con su piel el ardor hiriente del agua y la sal. 

Parada 7. Alfileres de sal. El aprovechamiento de la sal en Quero

ANA: Unos años después de aquello, se acercaron a mi casa mi vecina y su padre. Ella vino para decirme que se marchaba a vivir a Madrid. Aún recuerdo, abrazadas, caer adolescentes lágrimas por mis mejillas… 

Pero especialmente se me grabó en la memoria cómo su padre recordó aquella tarde las visitas que le hacíamos de niñas a la laguna y nos contó la dureza de hacer sal.

Porque, primero, la sal “se hacía”, no se sacaba. Con una pala se hacían pequeños montones. Pero lo más importante (y al decirlo se le escapaba una sonrisa), se necesitaba mucho salero para evitar tocar tierra y cieno. Estos montones se echaban en espuertas de esparto. Y luego entre dos, se llevaba a través de unas pasarelas de madera a la orilla de la laguna. Allí se volcaban y se formaban verdaderos cerros de sal. Desde aquí, en carros de mula se llevaba al Salero donde se guardaba y administraba.

Recuerdo sentir en sus palabras la dureza del trabajo. En sus ojos aquel brillo hirviente del agua y la sal; en sus arrugas el punzante ardor del sol y entre amargas sonrisas, las terribles lluvias de verano que disolvían la sal amontonada y arruinaban todo el trabajo hecho. 

Pero, ¿te dije, Antiloquio, que hace unos meses me llamó mi amiga y me dijo que su padre había muerto? (Pausa) Sí, eso ya lo sabes… (Pausa). Pues algo parecido a puntas de alfileres se clavó en mi garganta y bajó al estómago. ¿Cuántos saberes y vivencias, repletas de adversidades, no se iban con él? ¿Y quién mañana los recordará? Cuánto lo echaría de menos…

GUIÓN RUTA B “Tierras de Quero, la fértil llanura de la Mancha Húmeda”

Parada 1. Quero, agua y sal. Una conversación para dos paseos alrededor de Quero

ANA: ¿Por qué me da tanto por recordar últimamente, hermano?

ANTILOQUIO:  Porque eso es lo que somos. Parece que ya somos sólo recuerdos.

ANA: Me acuerdo de aquellos viejos de entonces… de sus historias, sus rostros y, al dormir, aún de sus voces.

ANTILOQUIO: ¡Ay, si alguno se levantara y pudiera hablar hoy!

ANA: Y además cuando subo a este balcón, a los pies del molino de viento, y veo el pueblo… lo veo tan cambiado…

ANTILOQUIO:  Bueno mujer, ¿y qué vamos hacer si así es la vida y así nos ha tocado?

ANA: Pues contarlo.

ANTILOQUIO:  ¿Cómo que… contarlo?

ANA: Pues porque la juventud debería conocer cómo era la vida de antes.

ANTILOQUIO:  Eso es cierto, entonces muchas cosas aún podrían cambiar.

ANA: Mira, si quieres Antiloquio, yo te cuento historietas de sus calles de tierra, del blanco y el azulete de sus fachadas, de sus frescas aguas, de sus abundantes pozos… (pausa) y de su laguna y sus aromas de sal.

ANTILOQUIO: Prestaré para ello mi entera oreja …

ANA:Pero también quiero que tú después me cuentes tus recuerdos de mozo por aquellos caminos y veredas que te llevaban hasta los humedales del Gigüela y el Masegar. (Pausa) También de la Laguna del Taray…

ANTILOQUIO:  Entonces seré todo boca… Y  te contaré, subidos a una barca, los secretos de sus aguas y sus cacerías, de sus ingeniosas cespederas. Y también historias de pastos, cultivos y ganados.

Parada 2. Humedales… ¿naturales o artificiales? El uso de las cespederas en el río Gigüela

ANTILOQUIO: ¡Cuántas cosas el olvido va devorando! ¡Cuántos saberes ya enterrados! 

Porque fíjate Ana, que en este lugar de la Mancha… ¿Quién dijo que no hubiera agua? ¡Si rebosaba por doquier! (PAUSA)

Mira, de mozos, cuando íbamos con el ganado por el camino que va hacia las vegas inundables y humedales del Gigüela, a la altura de Cerro Olivo, hacíamos siempre un alto. Tenían querencia los rebaños de ovejas y también las mulas por estos pastos de tierras salobres que favorecían el desarrollo de los huesos de estos animales. Y recuerdo un día que nos encontramos allí con el guarda de la finca de El Masegar y nos comentó que estaba construyendo cespederas. 

¿Qué eran las cespederas? Había escuchado su nombre pero no comprendía para qué servían. Entonces, aquel buen hombre como pocos, nos lo contó. 

Las cespederas son las artífices que han creado, en parte, este rodal de lagunas y humedales como las de El Masegar, Vadoancho o Pastrana. Son muros de tierra, que servían para delimitar la zona inundada. De esta forma, ayudaba a mantener la pesca y la caza de patos casi todo el año. Dicen que por ello se realizan desde muy antiguo. 

Recuerdo, que, mientras se marchaba, en el aire sólo se quedó el suave batir de cencerros. Y en la mirada aquellas motas blancas que levantaban un polvo aún más blanco. Las tierras salobres del Gigüela y sus tantos rebaños…

Porque ¿quién sabe hoy ya que fue Quero tierra ganadera, de caza y de pesca? 

 

Parada 3. La perla azul de La Mancha. La Laguna del Taray

ANTILOQUIO:  De aquella amistad que entablamos con el Guarda de la finca de El Masegar, surgió un día la posibilidad de que nos invitaran a una cacería a la finca contigua de la Laguna del Taray. ¿Habrás escuchado que en Quero, pueblo de tierra y sal, tenemos varias perlas de agua y un diamante?  Pues este diamante es esta laguna que forma el río Riánsares, antes de morir en el Gigüela.

El Taray es un paraíso noble en mitad de la llanura campesina. Porque aunque fuera propiedad comunal de Quero hasta el siglo XIX, donde primaba la pesca de tencas, fue al privatizarse cuando se convirtió en un escenario de devoción para la caza. 

Allí se celebraron algunas de las cacerías más importantes de la época. Yo tuve la oportunidad, aquel marzo del 60, de asistir a una y ¿te acuerdas con quién coincidí? Con el mismísimo Miguel Delibes.

Aquellas cacerías eran una puesta en escena de materiales y rituales. Por la noche sortearon los puestos y antes de que amaneciera desembarcaron las barcas. Pero si las barcas y la escopeta eran importantes, más eran la labor del barquero. 

Aquellos hombres, sabios y robustos, que con sus pértigas en mano atravesaban los ojos y pasillos rodeados de carrizo. 

Y luego ya en el puesto… silencios rotos por los aleteos de los bandos de paletos y cercetas, los graznidos de los azulones, el “squic” de la fochas… y el estrépito de las escopetas.

Pero, paradojas de la vida, de un tiempo a esta parte, El Taray acoge otro estilo de caza: la fotográfica. Se ha cambiado la escopeta por la cámara y los puestos de caza por escondites. El edén de la caza de patos hoy es un lugar de inspiración para los amantes de la naturaleza. ¡Qué cambios tan maravillosos tiene también la historia! 

Parada 4. No todos son gigantes. Los molinos de Quero

ANTILOQUIO:   Y mientras el ganado caminaba, nos íbamos acercando a las orillas del río Gigüela. Pastos salobres apreciados por el rebaño.  

Para entonces nos cruzábamos por los caminos a vecinos y vecinas de Quero con sus carros cargados de sacos. Sacos cargados con harina para el pan. 

¿Te acuerdas, Ana, de los molinos del Herrero y Manolo que había allí en el Gigüela? De niños, en la época de la siega, nos llegamos a quedar a dormir alguna noche allí con nuestros padres.  Recuerdo cómo nos divertíamos cuando la familia molinera nos enseñaba su funcionamiento. Parecía aquellos un castillo: el bendito grano vertido por la tolva bajaba a través de una canaleta hasta la piedra del molino que lo trituraba. ¿Recuerdas su viejo sonido? (PAUSA)

Con los años fui conociendo perfectamente aquella ribera y, desgraciadamente, poco a poco, la vi quedarse sola y a sus molinos abandonarse y convertirse en ruinas. 

Para entonces comenzó a venir a mi memoria, que de niño decían los viejos del pueblo que llegó a haber seis o siete molinos harineros a lo largo del Gigüela. 

Hoy por azares del destino, no hay rastro de ellos. Ya casi ni en nuestra memoria. Nos quedan los molinos de viento de Don Quijote pero aquellos que, durante siglos, dieron el pan a Quero, ¡siete que llegó a haber! no quedan ni las piedras de sus cimientos. Sólo piedras de olvido.

Parada 5. Con agua se escribe la historia. Los primeros pobladores de Quero

ANTILOQUIO: Y es que para comprender nuestro pueblo hay que entender dónde se encuentra. Porque es Quero corazón de La Mancha Húmeda, ojo de un huracán de agua formado por el río Gigüela y una veintena de lagunas. 

Situarse en ese meollo de aguas permitió una fértil agricultura y una abundante ganadería que originó y dió de comer y crecer a Quero. Sin olvidar jamás nuestra Laguna Grande y su sal. (Pausa) 

¿No se asombrarían aquellos primeros pobladores al encontrar en esta llanura terrosa, seca y llana de La Mancha un hervidero de agua dulce y salina?

Por ello, entre la parda tierra hoy aparecen puntas de lanza y raederas de sílex; retazos romanos de “terra sigillata” junto a la Laguna Grande y, como tú contabas, el pulido cancel visigodo, único y de un valor histórico admirable. Son inmóviles testigos de un tiempo ya difuminado. 

Y desde entonces la sal de la laguna, los fértiles pastos y los generosos cereales permitieron que en parajes como  Cuesta del Quintanar o Cerro Molino se instalaran los primeros asentamientos documentados.  

Y sobre todo el agua, la abundante agua, tanto ribereña como subterránea. Porque la principal fuente de la llanura la sirvieron pozos y norias que captaban el agua que se escondía bajo sus pies. En el caso de Cerro Molino, aledaña al río Cigüela, acunó en época romana una campestre villa nobiliaria y junto a ella se menciona el pozo “de la Vieja”.

Y, es que el agua da la vida, y desde entonces, multitud de pozos fueron poco a poco abriendo la tierra para permitir el asentamiento de una población creciente. La abundancia de aguas de buena calidad relegó a un segundo nivel, como norma general, la captura de aguas pluviales mediante aljibes.

Por tanto, cuando se hable de La Mancha y su historia, no se puede asociar a esa llana y desventurada tierra de Don Quijote, sino a  un vergel de lagunas, tierras fértiles y viejas culturas. Porque eso es lo que somos.

Parada 6. La memoria tallada en roca. Los petroglifos de la Casa del Oro de Quero

ANTILOQUIO:  Y fíjate que, a menos de medio kilómetro de Cerro Molino, han aparecido, tallados sobre la roja piedra unos extraños símbolos. Al parecer, son inscripciones llamadas petroglifos grabadas por antiguos labradores y ganaderos que por allí campeaban entre los siglos XVI y XVIII. 

Y son curiosos porque se ven cruces, cazoletas excavadas y hasta una M de María. ¡Qué misterio tan religioso y profundo esconden las piedras cuando son talladas! Hoy en estos sitios cada vez más remotos y escondidos parece que la naturaleza nos hablara.

Pero entonces, los campos estaban llenos de vida. Caminos de un incesante ir y venir de carros, mulas, burros, labradores y campesinos. Pozos y surcos latían al compás de las estaciones. Prados y pastizales repletos de pastores con sus perros  y sus ganados. Y no un ganado cualquiera. Eran estos blancos rebaños formados por la mejor oveja, la oveja manchega. ¡Qué lástima que se vaya perdiendo la esencia de este símbolo de nuestra tierra. Y entre todo ello, la bendita espiga del cereal, cuna del pan, el motor de la vida, de la historia y de la sociedad. Bien sabemos los manchegos y manchegas que lo que prima es la viña…

Y me pregunto, ¿no serán estos símbolos una plegaria al cielo para alejar las inclemencias de la naturaleza y que un aroma sagrado proteja las cosechas y sus rebaños? 

Hoy, la estación rupestre que contiene estas inscripciones se llama “La Casa del Oro” y es cierto, que cuántos saberes de oro no atesoran estas piedras y aquellas manos que las labraron. Manos de campesinos y pastores que grabaron sin querer y queriendo la historia de nuestro pueblo.

Parada 7. Seguir andando y contando… Quero, agua y trashumancia

ANTILOQUIO:  Ya oscurece el día y qué curioso que estos atardeceres a veces tomen un color de uva tinta a punto de vendimiar. Parece envidiar el cielo los colores de la tierra. Y pienso a los tantos países y lugares lejanos a los que hoy viaja nuestra uva y nuestro vino. Si Cervantes lo hubiera sabido no hubiera tenido que inventarse el Quijote para llevar La Mancha por el mundo (CON RISAS).

Y mira allá junto a la laguna baja un largo tren de mercancías camino de tierras andaluzas. ¿Qué llevará entre sus estómagos de acero? (PAUSA) ¡Cómo cambió la vida de nuestros antepasados!

Pero antes del vino y del tren hubo otros viajeros. Cómo recuerdo, en aquellas tardes primaverales de mayo, no lejos de las orillas de la Laguna del Taray, cuando de repente, una polvareda se levantaba sobre el horizonte. Parecía que se aproximaba un quijotesco ejército pero bien sabíamos que era un gran rebaño de ovejas.

Y es que por allí baja la vereda que llaman Cordel de los Torteros. Y es que Quero, no solo fue un pueblo ganadero con sus formidables ganados de oveja manchega también fue históricamente un cruce de caminos y viajes trashumantes. 

Si allá por el Taray pasaba un ramal de la vereda también pasaba por el pueblo la que llaman la Cañada Real Soriana. ¿Cuántos hombres y mujeres no se habrán emparentado con gentes del norte por culpa de esta remota vía ganadera? 

Pero, ¿quién sabe hoy que fue La Mancha tierra ganadera y, de toda ella, Quero la flor más bella? Poca gente ya… 

Hoy parece que todo es vino y es Quijote, pero si la gente joven de hoy en día se parara a escuchar por un momento estas historias de las que hablamos, empezarían a entender esta tierra, a querer escucharla, a mirarla con ojos de colores… (Pausa) y estoy completamente seguro que también a quererla y soñarla.