…un río que teje el monte
Ruta autoguiada por los parajes de Gestalgar
Ruta autoguiada "…un río que teje el monte"
A las faldas del Alto del Gaspar, en pleno meandro del río Turia, se encuentra el pueblo de Gestalgar. Pocos metros antes, tras el Estrecho de los Azudes, el río se amansa. Gestalgar es el comienzo del dominio de la vega sobre el estrecho, de la huerta sobre la piedra.
Una compleja historia con enriquecedoras dosis de la cultura andalusí en la que llegaron a existir tres poblamientos repartidos a lo largo del municipio. En la margen izquierda del río, la actual villa de Gestalgar. En la margen derecha, frente al pueblo, donde hoy no queda población, la primigenia villa iberorromana de Los Yesares. Por último, aguas abajo, también a la margen derecha, La Andenia, pegada al municipio de Bugarra.
Un río Turia que ha sido signo de vida en Gestalgar, alimentando las acequias que regaban las fértiles huertas, ayudaban a moler el grano en busca del pan o facilitaban el lavado de ropajes y utensilios. Pero, ante todo, que ha sido testigo del paso de las afamadas maderadas que transportaban los preciados troncos con los que construir la capital del Turia.
Un monte que rodea este enclave poblado de barrancos, que ha nutrido a vecinas y vecinos de las maderas, yesos, cales, arcillas y piedras con las que construir sus casas y apuntalar sus muros. Un lugar que ha alimentado al ganado con el que innumerables generaciones se han ganado la vida. Un bosquejo que ha provisto de la afamada fornilla que alimentaba los voraces hornos de Manises.
La ruta «…un río que teje el monte” nos lleva por los parajes de este municipio serrano de Valencia para descubrir sus elementos patrimoniales y etnográficos más alucinantes. Es, en definitiva, un homenaje a los que nos precedieron, a los antiguos, pues debido a su conocimiento y respeto al medio natural hoy hemos heredado este maravilloso rincón donde vivir.
1. Gestalgar, un pueblo adaptado a su paisaje
La ubicación y el entorno geográfico de Gestalgar
Su orientación al sur, protegido de los vientos del norte, sus calles siguiendo las curvas de nivel de la ladera, los barrancos suburbanos para evadir el agua, sus casas de piedra, cal, yeso y teja, y la acequia madre dividiendo el casco urbano y los dominios fértiles del Turia. Gestalgar es el resultado de la comprensión de un territorio.
Ubicación: Plaza de la Constitución
Gestalgar es el resultado de la comprensión de un territorio. Esto puede observarse en la configuración del casco antiguo del pueblo, en plena ladera del Alto del Gaspar y separada de la huerta, dominio natural del río Turia, por la Acequia Madre.
Su entramado urbano es de configuración andalusí: calles paralelas conectadas por estrechas bajadas que siguen las curvas de nivel. En ellas, las fachadas quedan todas orientadas al sur y protegidas de los vientos del norte, lo que mejora las condiciones climáticas de las viviendas.
La acequia madre es la que delimita y ordena el casco urbano. Ella es responsable de la ordenación urbanística y la que ha propiciado el respeto y separación del núcleo urbano y la zona productiva e inundable. Sin duda, el emplazamiento de la acequia determinó la ubicación del poblamiento, relegado a la ladera no fértil, aunque protegida de los vientos del norte y encarada al sur, aprovechando al máximo la energía solar. La vega, zona fértil e inundable, se ha destinado al cultivo irrigado, evitando, en caso de riada, que las viviendas, y por ende las vidas humanas, se vieran afectadas.
Otro gran ejemplo de adaptación en un contexto de expansión demográfica son los barrancos suburbanos. Estos son resultado del crecimiento demográfico de los siglos XVIII y XIX y la necesidad de ampliar el casco urbano. Entre este y Las Eras, cruzaban dos barrancos que bajan desde el Alto de Gaspar. Para solventar ese obstáculo se decidió canalizar ambos barrancos mediante unos túneles abovedados por donde el agua bajaba y desembocaba en el Paseo de los Chorros, bajo la acequia. En la actualidad, estas aguas se canalizan hasta el propio río.
Todo ello resulta en un urbanismo que se adapta al paisaje montañoso y respeta los procesos naturales del agua.




Anterior
Siguiente
2. El Turia, fuente de acequias y huertas
Un repaso por el histórico sistema de acequias de Gestalgar.
Tras su discurrir más jóven y salvaje, el Turia comienza a amansarse al llegar a las tierras de Gestalgar. Es ahí donde comienzan las vegas y huertas que dominarán su paisaje hasta desembocar en el Mediterráneo. En este rincón de la serranía, tres sistemas de riego llegaron a coexistir, cada uno para cada poblamiento que llegó a haber. La Acequia del Lugar, en uso hasta hace apenas unos años, es sin duda el mejor testigo de esta historia.
Ubicación: Depósito de agua “El Motor”
En Gestalgar, el paso del río Turia escribe su propia vida y su propia historia. Desde sus inicios en las tierras de Albarracín, el río se rearma con otros caudales en dirección a Valencia. Tras Peña María, ya en Gestalgar, se amansan sus aguas que vienen de los escabrosos desfiladeros de Chulilla. Aquí se abre la llanura y la vega.
Tres fueron los poblamientos que llegaron a desarrollarse en el municipio. En la margen izquierda del río, la actual villa de Gestalgar. En la margen derecha, frente al pueblo, donde hoy no queda población, la primigenia villa iberorromana de Los Yesares. Por último, aguas abajo, también a la margen derecha, La Andenia. Cada poblamiento conlleva un sistema de aprovechamiento de aguas para el riego y la mejora de la productividad agrícola.
Sin duda, el sistema de acequias de mayor importancia es el de la margen izquierda, donde está actualmente el pueblo. Se trata de un sistema hidráulico claramente andalusí, dado su sistema arborescente en el que una acequia madre ramifica el agua mediante brazos, haciendo más eficiente el riego, pues distribuye mejor el agua en todas las parcelas. Siguiendo el acueducto romano, pero a una cota inferior, se encuentra la acequia madre, la Acequia del Lugar. Tomando el agua mediante un azud (presa) en la garganta aguas arriba conocida como Estrecho de los Azudes, conduce el agua hasta las faldas del núcleo urbano, permitiendo regar históricamente hasta 29,6 hectáreas.
En la margen derecha del Turia, destacan las históricas acequias del Rajolar y del Olivar. Pese a que en este caso no hay evidencias claras, todo indica que este sistema de riego tiene también un origen andalusí.
Por último, La Andenia, esa antigua alquería lejos del castillo que aún es zona de importantes cultivos. En este caso, la protagonista es la Balsa de la Andenia, que capta el agua del propio acuífero a través de un manantial que surge de la Umbría de la Andenia.
Pero el Turia es también río de riadas. Y Gestalgar es testigo y víctima de ellas. Las riadas de 1957 y 2024 han sido devastadoras. Y es que el Turia, como todos los ríos y ramblas levantinas, trae la vida y, a veces, también la destrucción.






Anterior
Siguiente
3. Manantiales de higiene y de vida
El caso de la Fuente Grande, origen de la vida de Gestalgar.
Más allá del riego, la acequia ha alimentado molinos y lavaderos. Estos últimos han sido cruciales para asegurar la higiene de la población. Pero no sólo se han utilizado los lavaderos para lavar. También las fuentes, destinadas para el consumo humano de agua, han tenido esta función. Especialmente, la Fuente Grande, manantial protagonista de la historia de Gestalgar.
Ubicación: Fuente Grande
Otro elemento crucial se integra en este sistema hidráulico: el lavadero. En concreto, dos lavaderos llegó a tener Gestalgar alimentados por la Aaequia del Lugar. Uno de ellos el que aún sigue en pie, en el paseo de Los Chorros, reformado tras la riada de 1957; el otro, construido posteriormente en el Camino del Puente, está ya desaparecido.
Era habitual que las mujeres fueran a diario a limpiar los utensilios de cocina, tanto a los lavaderos como, en ocasiones, a la propia acequia. Sin embargo, para lavar la ropa era normal que se desplazaran hasta la Fuente Grande, aprovechando que el agua de esta salía más templada. También era habitual que lavaran allí las tripas del cerdo tras la matanza, dada la temperatura del agua.
Pero más allá de regar, moler o lavar, no debemos olvidar la función elemental del agua: hidratarnos. En este caso, el agua de la acequia no es la mejor. Se necesita contar con el filtrado del subsuelo. Hay que recurrir a los manantiales del pueblo.
Para que el ganado abrevara por los montes cercanos había varias posibilidades, como el Aljibe de Corchichillas, el Pocico Paulín, la Fuente Murté o la Fuente Martín. Sin embargo, para consumo humano, y cerca del pueblo, tres eran las fuentes principales. La de Peña María, más retirada; la de San Juan; y, sobre todo, la ya mencionada Fuente Grande. Hoy en día, es esta última la que usa el Depósito de agua «El Motor» para elevar el agua hasta el depósito de las Eras, desde donde se realiza la distribución domiciliaria del agua. Antes de que llegara a todas las casas, iban las mujeres con los cántaros a las propias fuentes mencionadas, así como a la Fuente del Chorro, junto al Lavadero.





Anterior
Siguiente
4. Descubriendo la fuerza del agua
El Estrecho de los Azudes y las centrales hidroeléctricas de Gestalgar
Tras ubicarnos a la salida del Estrecho de los Azudes, llamado así por su función histórica como zona de represamiento q ue alimentó las acequias, viajamos al siglo XX para conocer las centrales hidroeléctricas de Gestalgar.
Ubicación: Central Hidroeléctrica de Portlux
Unos metros antes de llegar a Gestalgar, el río transita desde la braveza al amansamiento. Como último accidente geográfico que fomenta esta bravura, está el Estrecho de los Azudes, desde donde se toma el agua para las acequias históricas o se represa para accionar turbinas.
Y es que la entrada en el siglo XX, en la modernidad, se hizo de la mano de la electricidad, una auténtica revolución industrial y social. En muchos lugares, molinos harineros, batanes o martinetes cambiaron sus tripas para alojar turbinas y generadores con la que producir esta electricidad. En el caso de Gestalgar, se trataron de nuevas construcciones que no iban a desaprovechar la fuerza del río Turia. En particular, dos fueron (y son, pues siguen en funcionamiento) las centrales minihidráulicas de Gestalgar: la Central Hidroeléctrica de Portlux y la Central Hidroeléctrica de La Papelera.
La primera de ellas, de Portlux, instaurada en el año 1931, se sitúa a la salida del mencionado Estrecho de los Azudes, no muy lejos de la toma del agua para la Acequia del Lugar o de la Presa Vieja. Es curioso, no obstante, que el azud de la propia central se sitúe alejado de la misma, en el límite municipal con Chulilla.
Respecto a la segunda, conocida como La Papelera, se terminó de construir en 1951. Su ubicación, sin embargo, está en el otro extremo del municipio, junto a la Andenia. Pero la captación de aguas, es decir, su azud, está aguas arriba del pueblo, cerca de las ruinas del Acueducto de Calicantos, conduciendo el agua por la margen derecha del río, recorriendo los parajes de El Rajolar, el Rincón, el Olivar y, finalmente, la Andenia.



Anterior
Siguiente
5. Peña Maria, imagen soñada por los gancheros
Las maderadas en el río Turia
Peña María, como un tótem en el Turia, era sinónimo de reposo y alegría. Era aquí donde los gancheros que guiaban las maderadas procedentes de Ademuz y Santa Cruz de Moya aliviaban su heroico esfuerzo y su laboriosa angustia. Acababa de terminar la Sierra con sus desfiladeros y barrancos, y se abría la vega con sus huertas y llanos.
Ubicación: En el cruce del camino a la Central Hidroeléctrica de Portlux con la Senda del Cantalar
Si fue la Odisea de Ulises un camino largo lleno de aventuras, amenazas y obstáculos, no lo era menos el viaje que hacían los gancheros transportando la madera a lomos del río Turia. Guiar los troncos sueltos sobre el agua precisaba de astucia, coraje y sabiduría.
Aunque sus orígenes son remotos, los primeros documentos sobre el transporte fluvial de la madera por el Turia datan del siglo XIII, bajo el reinado de Jaime I. Desde entonces no cesó su movimiento. Cada invierno comenzaba esta odisea fluvial que ponía en funcionamiento una red de personas y recursos, hoy en día, costosa de imaginar. Todo para alimentar la capital valenciana y su alto consumo y demanda de madera.
Todo comenzaba, a cientos de kilómetros de Valencia, en las Sierras de Moya, Albarracín y Javalambre. Allí durante los meses más fríos del año se cortaba y se preparaba la madera que a partir de enero, cabalgaría, bajo el efecto de la gravedad y la sagrada sabiduría de los gancheros, río abajo hasta la capital del Turia.
La peligrosidad del terreno desde Ademuz a Chulilla, se pagaba con la vida misma de los gancheros. Y no era, hasta ver la majestuosa Peña María en Gestalgar cuando el cuerpo se aliviaba, el espíritu se encandilaba y los ojos se ensoñaban. Era la entrada al pueblo, sinónimo de esperanza y por ello, para festejar y dar gracias por haber llegado hasta allí, se levantó la Ermita de los Santos Abdón y Senén, mejor conocidos como los “los Santicos de la Piedra”.
Debería ser un espectáculo ver llegar las maderadas a Valencia. Cientos de vecinos y vecinas contemplaban sobre las barandillas que se asomaban al río, ver a aquellos hombres de sierra que llegaban al mar. Como cantos rodados que caen desde las montañas. Como Ulises desembarcando en Ítaca.



Anterior
Siguiente
6. Un pueblo escondido entre montañas
El monte de Gestalgar y sus recursos naturales
Gestalgar, cortado por el Turia, es tierra de montes. Se encuentra sumergido en la Sierra y toda su alma es de romero, lentisco, aliaga, coscoja y pino. De ellos, se extrajeron los recursos esenciales, como la leña y el carbón, pero aquellos precisos y preciados por otros lugares, como la fornilla para los hornos de cerámica de Manises. Con ellos, se escribió su Historia.
Ubicación: En el cruce del camino a la Central Hidroeléctrica de Portlux con la Senda del Higueral
El Turia borda Gestalgar. Le ha dado su cobijo, la ha vestido de colores de ribera y ha entregado una fértil huerta. Aguas arriba, por Peña Maria, aún se percibe el alegre eco de los gancheros al contemplar Peña María y haber superado el mortal Salto de Chulilla. Ya en el pueblo, aún perduran el sonar de las piedras de los molinos. Pero aunque ha sido el Turia el que ha forjado su imagen y su superficial personalidad, Gestalgar y su Turia están ocultos entre montañas.
Tres cuartas partes del término de Gestalgar, escaso en tierras de labranza y de cultivo, es monte. Tierra decorada de abruptos picachos, resuelta de empinados barrancos y agujereada por simas y cuevas. Cuna de la leña para el hogar, del ganado del que mamaba el pueblo, de las vigas para la construcción, de la piedra, del yeso, o de las ramas de rápida combustión para alimentar los hornos. Es este terreno agreste y montés el que ha levantado el pueblo de Gestalgar.
Dividida en cuatro cuartos: La Aldenia, La Casa Suay, El Gabaldón y El Campillo su alma es el aroma del romero, la gracia del lentisco, la textura de la aliaga y, allá donde crece, la sombra altiva del pino. Un monte bajo, con manchas de pinares, donde han andado y vivido pastores, carboneros, hacheros y fornilleros.
Hoy los montes de esta comarca de Gestalgar y los Serranos han quedado vacíos y desamparados. Y, de la creciente maleza y la pérdida de los tantos oficios que servían como guardianes, han provocado que los incendios forestales se adueñen cada vez más de estos parajes y se conviertan en sucesos cada vez más frecuentes e imparables.



Anterior
Siguiente
7. Tierra de pastos y ganados
Tierra de pastos y ganados
Escaso de agricultura, fue la ganadería el oficio ancestral y más representativo de Gestalgar. A ello se suman los ganados trashumantes que bajaban desde las gélidas sierras de Cuenca y de Teruel. Hoy, las ruinas de los corrales, dispersos y cada vez más ocultas entre la maleza, son testimonios de aquel pasado que parecía eterno y que se difuminó a finales del siglo XX.
Ubicación: En el desvío del camino a la Central Hidroeléctrica de Portlux hacia las Huertas del Rajolar
En este entramado serrano, de aromas mediterráneos, ha sido el pastoreo una de sus principales actividades. Escuchar la voz, de sabor añejo y colmada de posos de sabiduría, de Joaquín Martínez revive al pronunciar aquellos, no tan lejanos tiempos, cuando Gestalgar estaba lleno de ganados. Explica cómo, en contraste con otros lugares, en Gestalgar primaba una cabaña de ganado cabrío. Los barrancos, las empinadas laderas y el abundante alimento de monte bajo, propiciaba un escenario para estas cabezas saltarinas y traviesas que ramoneaban sus abundantes ramas y de paso, sin saberlo, desbrozar el monte y limpiarlo.
Al escuchar las palabras de Joaquín repasando los usos y los secretos de las plantas, se encandila el pensamiento. El lentisco y sus frutos, las algarrobas para alimentar a la corte del cerdo y a las caballerías, la miera del enebro para curar las heridas o sanar la “moscarda” de las cabras… Pero quizás las plantas que más acompañaban al pastor era el esparto y el palmito. Sus flexibles hojas se trenzaban continuamente entre las manos con las que se harían cestas, sogas, cuerdas, sillas o alpargatas. Por los caminos, por los montes se hacía un arte humilde, hoy difícil de imitar. Los pastores, como Joaquín, los que con él coincidieron y los tantísimos otros que a él le sucedieron, fundían sus saberes y sentidos con la naturaleza.
A la cabaña de cabrío, había que sumar unos visitantes invernales. Por las históricas vías pecuarias como la vereda de Chiva a Chulilla o la Colada de Cheste a Chulilla, que de las gélidas tierras castellanas se adentraban en las templadas valencianas, cada otoño bajaban numerosos ganados trashumantes de ovejas. Ganaderos y pastores conquenses de Landete, Talayuelas, Salvacañete o Zafrilla convivían con las gentes de Gestalgar hasta que la primavera levantaba sus faldas. Cuenta Joaquin como “alquilaban” los corrales de la sierra para pasar allí el invierno. Este movimiento trashumante, de corto recorrido, es conocido como trasterminancia. El territorio no comprendía de fronteras.
Con cierta pesadumbre e infortunio, la presencia inmemorial de estos ganados y sus pastores en estos montes ha quedado hoy relegada a las ruinas de los corrales de ganado. Corrales levantados piedra sobre piedra que hablan de un tiempo que parecía eterno. Sólo sus piedras y sus nombres parecen aferrarse y no querer marcharse.



Anterior
Siguiente
8. El yeso, el necesario pegamento
La explotación tradicional de yesos en Gestalgar
El yeso ha sido protagonista de los primeros poblamientos en estas tierras, pues la primigenia villa iberorromana, conocida como Los Yesares, se encuentra en el espacio histórico de extracción y producción de este material, base de la arquitectura vernácula de Gestalgar.
Ubicación: En el desvío de la CV-379 hacia el camino a la Central Hidroeléctrica de Portlux
El yeso o aljez ha sido protagonista de los primeros poblamientos en estas tierras, pues la primigenia villa iberorromana, conocida como Los Yesares, se encuentra en el espacio histórico de extracción y producción de este material. Otro más modesto, conocido como Barranco Escoba, complementó la producción desde su puesto en marcha en 1959 por José Belenguer Suay.
La producción de yeso de manera tradicional en Gestalgar se realizó hasta bien entrados los años 70 del siglo pasado, caracterizándose por un yeso rojizo, fruto de las arcillas abigarradas que contenía. Esto le confería unas propiedades heterogéneas al material que lo hacía mucho más idóneo para las labores constructivas que se buscaban con él, pues mostraba diferentes porosidades y tiempos de fraguado, facilitando el aislamiento y el proceso de construcción.
Varias son las técnicas observadas en las edificaciones tradicionales de Gestalgar: la mampostería maestrada, es decir, los pilares de yeso; los muros y tabiques de mampostería de yeso; los refuerzos de yeso en tapiales de tierra y cal; los entramados de cañizo y yeso para tabiques y el cielo raso, como en la bóveda de los barrancos suburbanos; o los revestimientos de yeso en los fachadas, habitualmente aplicados con los dedos, como atestiguan las marcas de muchos de los muros del pueblo.
Aún se observan al menos cinco conjuntos de hornos de elaboración del yeso de forma artesanal o semiindustrial: el Horno de Basinto, cercano a la cantera y con una era contigua para la molienda; los Hornos de José Belenguer Suay 1, dos hornos semienterrados construidos en los años 60; los Hornos de José Belenguer Suay 2, tres hornos construidos poco después que los primeros de su dueño; la Fábrica de Felipe Cervera Tárrega, que consistía en tres hornos, un depósito y un molino de sangre contiguo para la molienda; y la Fábrica de Asensio Ortíz y Leopoldo Herranz, con dos grandes hornos.




Anterior
Siguiente
9. Barro y piedra, cimientos de Gestalgar
Los elementos base de la arquitectura vernácula en Gestalgar
Madera, yeso, cal, arcilla y piedra han sido los materiales en los que se ha basado la arquitectura vernácula de Gestalgar. La arcilla, base de tapiales para muros y tejas para cubrirnos; y la piedra, constructora de fachadas y ribazos.
Ubicación: Margen derecha del puente sobre el Turia
Madera, yeso, cal, arcilla y piedra han sido los materiales en los que se ha basado la arquitectura vernácula de Gestalgar.
Si observamos muchas de las viviendas del centro histórico del pueblo, dos técnicas destacan: las fachadas de tapial y las realizadas mediante mampostería, usando la piedra del entorno y el yeso cercano como aglomerante. Es destacable de la arquitectura popular de Gestalgar el observar fábricas de tapial en las plantas baja y entreplanta, y mampostería en plantas superiores, todo ello encalado, lo que deja constancia de la fusión de técnicas en busca del mejor resultado.
Pero también encontramos otros usos de las tierras arcillosas, destacando el Horno moruno de tejas de la Fuente Murté. En este horno abandonado se pueden encontrar aún restos de tejas y ladrillos, que fueron utilizados para impermeabilizar los tejados o crear muros en épocas más recientes.
Por otro lado, la piedra ha sido parte fundamental de la arquitectura vernácula de Gestalgar, tanto para la mampostería como para la construcción de muros de piedra seca.
Para extraerla, los picapedreros conocían diversos parajes donde abundaba, destacando, sin duda, la Cantera del Barranco de Gabaldón. El Tío Celestino, de la familia de picapedreros más importante del pueblo, recogía la piedra en este lugar.
Sirviéndose de pico, maza y prepal (objeto con el que hacían palanca) arrancaban la piedra, para conducirla hasta un depósito cercano, desde donde la dejaban caer sobre un serrucho de metal para cuartearla, ayudándose de un chorro de agua que la ablandara y refrigerara el serrucho. Tras ello, se le “daba vista” con la bufarda. Finalmente, valiéndose del escarpe, dibujaban las letras o símbolos para marcar las piedras.
Así, mientras que los picapedreros estaban más enfocados a la construcción y elaboración de fachadas, eran los ribaceros quienes construían los muros. Estos muros, ribazos u hormas eran cruciales para dividir los campos y contener los terraplenes, más aún en un territorio con abundantes barrancos. Se usaban para encauzar dichos barrancos y salvar los desniveles, salvaguardando así caminos, viviendas o parcelas de cultivo. Todos estos muros se realizaban con la técnica de la piedra seca.




Anterior
Siguiente
10. La madera y la Historia huyen hacia Valencia
El Turia, fuente de madera para la capital
Bajando por el Turia, la ermita de Abdón y Senén, conocida como los Santos de la Piedra, despide a Gestalgar. A partir de allí, se abre la vega y la llanura. La ermita fue sitio de devoción por los gancheros que bajaban la madera hacia Valencia. El fin de las maderadas y el éxodo rural hicieron que la ciudad se impusiera al pueblo. Y que la Historia, de alguna forma, los olvidara.
Ubicación: Ermita de los Santos de la Piedra
La ciudad de Valencia ha precisado de numerosos y constantes recursos, de los cuales, muchos no precisaba. Por ello, Gestalgar, como tantos otros pueblos de la comarca fueron fuente de aprovisionamiento a la capital.
Por un lado, la madera que bajaba por el Turia se ha utilizado para levantar edificios, palacios y grandes salones de la capital, los grandes buques, las traviesas de las vías de su ferrocarril o los envases de madera para las frutas. ¿No sería impactante ver llegar a aquellos hombres, de piel tiznada y de ojos cansados, llegar a lomos de los troncos a la ciudad de Valencia? Contemplar los movimientos de aquellos cantos rodados que caían desde las montañas al mar. Rostros cortados por el frío y labrados por el hambre, pero de corazones duros como la propia piedra.
Y por otro lado, eran el lentisco, romero, brezo, tomillo, coscoja o la aliaga, cunas del saber para los pastores, las que hicieron de esta comarca un punto ineludible en la historia. Los ramajes de estos protagonistas del monte bajo es conocida como Fornilla, servían para alimentar los hornos. Y si podían ser utilizados para los hornos de pan y yeso de Gestalgar, lo que hizo a este oficio movilizar al propio pueblo fue otro distinto destino, los grandes hornos de cerámica de Manises. La cerámica de Manises ha sido símbolo del Reino de Aragón y del Mediterráneo. Su reflejo dorado, marca única y brillante de esta tierra, ha embelesado a las cortes y a los salones de tantos países de España y de Europa.
Todo este patrimonio ha sido, a dia de hoy, valorado y protegido. Pero poco va quedando de aquellos gancheros y fornilleros. Gente pobre, de pocos recursos, de mucha sabiduría y ninguna esperanza. Gente tallada por el hambre, el agua y el monte. Pobres almas sin dioses que los amparen. Que, quizás, soñaron con nuevos paisajes. Quizás, también, con otras vidas. Pero que jamás ocuparon las páginas de los libros de Historia.





Anterior
Siguiente
Actuación financiada por el Ayuntamiento de Gestalgar y el MITECO, con cargo al programa de «subvenciones para la financiación de proyectos promovidos por entidades locales para la innovación territorial y la reactivación de la actividad socioeconómica y la lucha contra la despoblación».

